viernes, 17 de octubre de 2008

Importante para nuestra vida: La metodología del ver-juzgar-actuar-revisar-celebrar


La larga experiencia educadora de la Iglesia ha generado, por la iniciativa del Card. Cardijn para la Juventud Obrera Católica de Bélgica, en la primera mitad de este siglo, la ya clásica metodología del “ver-juzgar-actuar”. De ella, decía el Papa Juan XXIII: “es muy oportuno que se invite a los jóvenes frecuentemente a reflexionar sobre estas tres fases y a llevarlas a la práctica, en cuanto sea posible. Así los conocimientos aprendidos y asimilados no quedan en ellos como ideas abstractas, sino que los capacitan prácticamente para llevar a la realidad concreta los principios y directivas sociales”

El ver-juzgar-actuar surgió como una metodología para la acción transformadora de los cristianos en sus ambientes y para la superación del divorcio entre la fe y la vida. La Iglesia Latinoamericana la asumió en Medellín, cuyos documentos siguen exactamente los tres momentos propuestos. Lo mismo sucedió en Puebla. Santo Domingo la reasumió explícitamente para la Pastoral Juvenil (SD 119), y siguiendo la propuesta del Primer Congreso Latinoamericano de Jóvenes de Cochabamba, le incorporó dos nuevos momentos: el “revisar” y el “celebrar”.

Desde sus inicios, la Pastoral Juvenil Latinoamericana reconoció en ella la metodología que mejor respondía a las condiciones y exigencias de sus opciones pedagógicas, y la asumió creativamente. A medida que la fue poniendo en práctica en diversidad de grupos, situaciones y momentos históricos, fueron apareciendo variantes, adaptaciones, inclusiones, enriquecimientos de todo tipo, hasta llegar al momento actual en que es posible reconocer muchos métodos que han surgido directamente de ella y que articulan en pasos concretos sus intuiciones fundamentales de partir de la realidad, iluminarla desde la fe, proponer una actitud de conversión y un compromiso transformador, revisarlo y celebrarlo.

Más que una metodología, el ver-juzgar-actuar-revisar-celebrar es hoy un estilo de vida y una espiritualidad, que vive y celebra el descubrimiento de la presencia de Dios en la historia, la actitud de conversión personal continua y el compromiso para la transformación de la realidad.

1. Ver.
Es el momento de toma de conciencia de la realidad. Es partir de los hechos concretos de la vida cotidiana, para no caer en suposiciones ni abstracciones y buscar sus causas, los conflictos presentes que generan y las consecuencias que se pueden prever para el futuro. Esta mirada permite una visión más amplia, profunda y global que motivará más adelante a realizar acciones transformadoras orientadas a atacar las raíces de los problemas.

Sin pretender ser exhaustivos, puede ser útil a veces, utilizar alguno de los instrumentos de conocimiento de la realidad que proponen las ciencias sociales. Hay que tener en cuenta asimismo que ninguna mirada de la realidad es neutra: siempre están presentes en ella presupuestos teóricos inspirados en criterios, valores, ideologías, etc.

2. Juzgar.Es el momento de analizar los hechos de la realidad a la luz de la fe y de la vida y el mensaje de Jesús y de su Iglesia, para descubrir lo que está ayudando o impidiendo a las personas alcanzar su liberación, llegar a vivir como hermanos y construir una sociedad de acuerdo al proyecto de Dios.

Es el momento de preguntarse qué dicen la Palabra de Dios y los documentos de la Iglesia y dejar que cuestionen la situación analizada y los presupuestos teóricos que condicionaron la mirada del momento anterior. Juzgar ayuda a tomar conciencia del pecado personal presente en la vida de cada uno y del pecado social presente en las estructuras injustas de la sociedad.

Juzgar exige un conocimiento cada vez más profundo del mensaje cristiano, un ambiente de oración, un diálogo profundo con Jesucristo presente en la vida de los cristianos y en la vida sacramental de la Iglesia, una purificación cada vez mayor del egoísmo y una explicitación de las razones fundamentales que animan la fe. Es un momento privilegiado, pues en él se sitúa lo específicamente cristiano de esta propuesta metodológica.

3. Actuar.Es el momento de concretizar en una acción transformadora lo que se ha comprendido acerca de la realidad (ver) y lo que se ha descubierto del plan de Dios sobre ella (juzgar). Es el momento de la práctica nueva y del compromiso. El Actuar impide que la reflexión quede en lo abstracto. Se debe estar atento para que lo que se proponga realizar no sea fruto de intuiciones momentáneas o decisiones voluntaristas, sino fruto maduro de la reflexión realizada.

La acción transformadora es ante todo una acción liberadora. Parte de las necesidades de las personas y busca atacar las raíces del problema. Hace participar a otros. No queda reducida sólo a la esfera de lo personal sino que procura incidir realmente en la realidad social. Es un proceso lento, y exige mucha paciencia.

Ser agente transformador es ser fermento en la masa, es hacer de la propia vida un testimonio de fe de la presencia de Jesucristo en la vida y en la historia y una vivencia comprometida de su seguimiento. Es colaborar activamente en la construcción de la Civilización del Amor.

4. Revisar.
Es el momento de la evaluación. Es tomar conciencia hoy de lo realizado ayer para mejorar la acción que se realizará mañana. Puesto que la realidad es dinámica, la evaluación enriquece y perfecciona la misma visión de la realidad y, al mismo tiempo, sugiere acciones nuevas más profundas, críticas y realistas.

Se trata de verificar el grado de cumplimiento de los objetivos y la forma de asumir las responsabilidades, de evaluar el proceso, de preguntarse por las consecuencias de las acciones que se están realizando y de encontrar formas para afianzar los logros, superar las dificultades y continuar avanzando.

La evaluación valoriza las conquistas alcanzadas, permite experimentar alegría por el camino recorrido, hace consciente el crecimiento de las personas y pone en común las experiencias vividas por los jóvenes que compartieron el mismo compromiso.

Este es un momento muy importante de la metodología, muchas veces olvidado o dejado de lado. Sin él no se pueden alcanzar los frutos esperados. Sin evaluación, la acción deja de ser transformadora, no se valoran los logros ni se aprende de los errores, no se estimulan nuevas acciones, el grupo se detiene y muere.

5. Celebrar.La percepción de conjunto de todo el proceso: el descubrimiento del Dios de la vida en la realidad personal y social (ver), el encuentro con él en la Palabra (juzgar) y el compromiso por la transformación de la realidad (actuar), llevan espontáneamente a la celebración gratuita y agradecida de la experiencia vivida.

Para el cristiano, la fe y la vida están integrados; por eso hay que celebrar las victorias, los logros y fracasos, las alegrías y tritezas, las angustias y esperanzas, la vida del grupo, la penitencia y la conversión, la unión y la organización. Celebrando la vida concreta se reconoce la presencia de Dios liberador haciendo historia con su pueblo.

El Celebrar revela y alimenta la dimensión litúrgica y sacramental de la realidad (ver), del discernimiento de la voluntad de Dios (juzgar) y del compromiso transformador (actuar). La celebración fortalece la fe y pone al grupo y a sus miembros en contacto directo con el Misterio central del cristianismo: la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo.

LOS METODOS.
La Pastoral Juvenil Latinoamericana tiene una metodología pero puede utilizar diferentes métodos. El elenco que se presenta a continuación, no pretende ser exhaustivo ni hacer de este capítulo un “manual de metodología”. La intención es facilitar un breve conocimiento de algunos de los métodos más usados en el continente, considerados válidos en la medida en que concretizan y hacen realidad los criterios de la metodología del ver-juzgar-actuar-revisar-celebrar.

Hay que tener presente que cada método tiene su propio objetivo y es válido para conseguir determinados resultados. La experiencia ha demostrado que es importante que el asesor y el animador conozcan y manejen variedad de métodos y, sobre todo, que disciernan la oportunidad de utilizar unos u otros en función de la etapa del grupo y de los logros que se procuran alcanzar en el proceso que van desarrollando.

1. El método de la Revisión de Vida.La Revisión de Vida no es simplemente una técnica para desarrollar una reunión de grupo. Es un método y sobre todo, un camino de espiritualidad en orden a hacer coherente y adulta la vida cristiana vivida en comunidad y a construir una comunidad eclesial presente en el mundo, al servicio del Reino ofrecido como destino y salvación para toda la humanidad.

Primer momento: Ver.El objetivo de este momento es plantear un “hecho de vida” en el que se halle personalmente involucrado alguno de los integrantes del grupo, con el fin de que, analizándolo juntos, se llegue a descubrir las actitudes y los modos de pensar, valorar y actuar de los miembros del grupo en referencia a ese hecho de vida o a otros semejantes que éste pueda sugerir.

El análisis busca desentrañar el valor-antivalor central que se juega en el hecho presentado y procura hacer descubrir cómo es vivido por los integrantes del grupo y por el contexto social.

Normalmente, se presentan varios hechos de vida; se elige uno de los presentados, por ser el más significativo para el grupo o porque afecta de un modo especial a alguno de sus integrantes; se aportan la mayor cantidad de elementos posible para facilitar su mejor comprensión, se determina el núcleo central desde el cual se va a continuar tratando el hecho, se buscan las causas y se analizan las consecuencias que puede tener en las personas y organizaciones sociales y se concluye universalizándolo, es decir, implicando a todos los participantes en el hecho presentado o en otros similares vividos por ellos.

Segundo momento: Juzgar.
Es el momento central de la Revisión de Vida. Su objetivo es tomar posición frente al hecho analizado, explicitar el sentido que descubre la fe, la experiencia de Dios que conlleva y las llamadas a la conversión que surgen de él. Es procurar que las personas implicadas se confronten con el Dios vivo que revela su voluntad y su proyecto -el Reino- en la historia de salvación y en la experiencia pascual de Jesucristo.

Para eso, se valora positiva o negativamente el hecho; se buscan textos del Evangelio o de la Palabra de Dios que muestren cómo vivió Jesús ese valor o cómo cuestionó ese antivalor y se explicitan las consecuencias del encuentro con Dios y la llamada a la conversión que ha significado la reflexión del hecho.

No se trata de un análisis teórico, sino de la búsqueda dócil del discípulo que se pone en actitud de apertura para acoger la Palabra de Dios que juzga y libera, llama a la conversión y al seguimiento. Importa la lucidez del juicio, pero importa más la voluntad de conversión expresada ante la comunidad.

Tercer momento: Actuar.
El objetivo de este momento es determinar aquellas actitudes que las personas deben cambiar en sus vidas, los criterios de juicio que deben ser transformados, los hábitos que son cuestionados por la Palabra de Dios y las acciones que se van a desarrollar para poner en práctica las nuevas responsabilidades asumidas. Responde al planteo “¿qué exige el Señor ante los hechos revisados?”.

Las acciones deben procurar atender no sólo al cambio personal, sino también al de la comunidad y al de los ambientes en los que se desarrolla la vida de los jóvenes. El compromiso resulta más bien un propósito concreto de conversión personal y de compromiso social que una acción grupal.

Aunque no se consideran explícitamente como momentos del método, la Revisión de Vida también contempla tiempos especiales para la revisión y la celebración. Las reuniones del grupo comienzan generalmente con la evaluación de los compromisos adquiridos en la revisión anterior e incluyen momentos de oración y celebración, especialmente de la Reconciliación y de la Eucaristía. Por otra parte, el ambiente en que se realiza la Revisión de Vida sólo puede entenderse si se parte del deseo de quienes la realizan, de tener un encuentro real con el Dios de la Vida y el Hombre Nuevo Jesucristo, en un clima de autenticidad, conversión y esperanza.

2 El método de la Formación Experiencial.El grupo o comunidad juvenil es una experiencia en la que los jóvenes comparten su vida y se acompañan en el proceso de elaborar lo que viven, revisándolo a la luz de la fe y celebrando en común los acontecimientos del seguimiento de Jesús.

El método de la Formación Experiencial se propone acompañar los encuentros comunitarios permitiendo a los jóvenes poner en común sus experiencias, profudizarlas e iluminarlas y así transformar progresivamente sus vidas, a través de la adhesión al Mensaje de Jesús.

Cada encuentro comunitario procura alcanzar un objetivo operativo que nace de conjugar los intereses e inquietudes de los jóvenes con una propuesta evangelizadora adecuada al momento que vive el grupo y al proceso de educación en la fe. Ese objetivo se alcanza a través de una secuencia que considera cuatro momentos.

Primer momento: Motivación.Es una breve actividad para despertar y centrar el interés de los jóvenes hacia la experiencia que se propone abordar. Debe ayudar a hacer brotar preguntas acerca de ella y crear las condiciones para su profundización posterior. Debe estar directamente relacionada con el objetivo de la reunión, pero no avanzar aún respuestas acerca de él. Pueden escucharse canciones, leer poemas, presentar carteleras previamente preparadas, etc.

Segundo momento: Descripción de la experiencia.Es el momento de crear las condiciones para que los jóvenes puedan poner en común su experiencia personal acerca del tema que se aborda y puedan tomar contacto con lo que viven, sienten, piensan y hacen, como primer paso para comprenderse mejor a sí mismos y comprender el medio en el que viven. La descripción de la experiencia es un paso necesario para restituir la palabra a los jóvenes y para ayudarlos a dar nombre a lo que viven. El ejercicio o técnica que se emplee debe facilitar la expresión personal y asegurar la posibilidad de que todos se sientan involucrados.

Tercer momento: Análisis de la experiencia.Es la profundización de la experiencia para poder comprenderla mejor y descubrir en ella aquellos aspectos no percibidos inicialmente y aquellos elementos no tomados suficientemente en cuenta, pero que realmente condicionan e influyen en las situaciones que toca vivir.

Este momento pretende retomar las experiencias personales y desplegar sus significados, facilitando el proceso de “darse cuenta”, ya que ellas expresan los criterios, las valoraciones conscientes o insconscientes, la información que se maneja, la autoimagen, la conciencia social, las posibilidades de acción que se reconocen, lo que se considera bueno o malo..., en fin, todo lo que constituye su “visión del mundo”, que es lo que se quiere evangelizar.

Hay que estar atentos para que este paso tenga continuidad con el anterior, y al mismo tiempo signifique un avance de la reflexión. Además de preguntas facilitadoras, es el momento para que el grupo pueda recibir un aporte a la reflexión que lo ayude a realizar mejor el análisis.

Cuarto momento: Discernimiento de la experiencia.Una vez comprendida y asumida mejor la experiencia, es posible hacer su lectura desde su sentido más profundo, el significado de fe. Discernir la experiencia es captar en ella la acción salvadora de Dios y las resistencias o rechazos a esa acción. Se trata de acoger la palabra de Dios y responder a la invitación que hace para un cambio de vida y de actitudes, dejándose llevar por la fuerza del Espíritu y abriéndose a la acción de Dios siempre presente en toda experiencia humana.

El paso metodológico del discernimiento se apoya en la actitud personal de búsqueda de un nuevo sentido de las experiencias personales; en la proclamación de la Palabra, que invita a vivir un Mensaje que devela, interpreta y consolida las experiencias de la vida, y en la dimensión comunitaria, que fortalece el proceso y hace de la comunidad, lugar de encuentro y celebración del acontecimiento y ámbito de testimonio y apoyo al discernimiento.

3 El método Catequético.Su objetivo es comunicar vivencial e integralmente la fe de la Iglesia, de modo que se descubra la presencia de Jesús en la situación que viven las personas. Esto supone un itinerario sistemático, organizado en función de los contenidos explícitos de la fe, pero que tiene en cuenta la realidad de las personas de los catequizandos

Desde sus inicios, la Pastoral Juvenil Latinoamericana reconoció en ella la metodología que mejor respondía a las condiciones y exigencias de sus opciones pedagógicas, y la asumió creativamente. A medida que la fue poniendo en práctica en diversidad de grupos, situaciones y momentos históricos, fueron apareciendo variantes, adaptaciones, inclusiones, enriquecimientos de todo tipo, hasta llegar al momento actual en que es posible reconocer muchos métodos que han surgido directamente de ella y que articulan en pasos concretos sus intuiciones fundamentales de partir de la realidad, iluminarla desde la fe, proponer una actitud de conversión y un compromiso transformador, revisarlo y celebrarlo.
Más que una metodología, el ver-juzgar-actuar-revisar-celebrar es hoy un estilo de vida y una espiritualidad, que vive y celebra el descubrimiento de la presencia de Dios en la historia, la actitud de conversión personal continua y el compromiso para la transformación de la realidad.
1. Ver.Es el momento de toma de conciencia de la realidad. Es partir de los hechos concretos de la vida cotidiana, para no caer en suposiciones ni abstracciones y buscar sus causas, los conflictos presentes que generan y las consecuencias que se pueden prever para el futuro. Esta mirada permite una visión más amplia, profunda y global que motivará más adelante a realizar acciones transformadoras orientadas a atacar las raíces de los problemas.
Sin pretender ser exhaustivos, puede ser útil a veces, utilizar alguno de los instrumentos de conocimiento de la realidad que proponen las ciencias sociales. Hay que tener en cuenta asimismo que ninguna mirada de la realidad es neutra: siempre están presentes en ella presupuestos teóricos inspirados en criterios, valores, ideologías, etc.
2. Juzgar.Es el momento de analizar los hechos de la realidad a la luz de la fe y de la vida y el mensaje de Jesús y de su Iglesia, para descubrir lo que está ayudando o impidiendo a las personas alcanzar su liberación, llegar a vivir como hermanos y construir una sociedad de acuerdo al proyecto de Dios.
Es el momento de preguntarse qué dicen la Palabra de Dios y los documentos de la Iglesia y dejar que cuestionen la situación analizada y los presupuestos teóricos que condicionaron la mirada del momento anterior. Juzgar ayuda a tomar conciencia del pecado personal presente en la vida de cada uno y del pecado social presente en las estructuras injustas de la sociedad.
Juzgar exige un conocimiento cada vez más profundo del mensaje cristiano, un ambiente de oración, un diálogo profundo con Jesucristo presente en la vida de los cristianos y en la vida sacramental de la Iglesia, una purificación cada vez mayor del egoísmo y una explicitación de las razones fundamentales que animan la fe. Es un momento privilegiado, pues en él se sitúa lo específicamente cristiano de esta propuesta metodológica.
3. Actuar.Es el momento de concretizar en una acción transformadora lo que se ha comprendido acerca de la realidad (ver) y lo que se ha descubierto del plan de Dios sobre ella (juzgar). Es el momento de la práctica nueva y del compromiso. El Actuar impide que la reflexión quede en lo abstracto. Se debe estar atento para que lo que se proponga realizar no sea fruto de intuiciones momentáneas o decisiones voluntaristas, sino fruto maduro de la reflexión realizada.
La acción transformadora es ante todo una acción liberadora. Parte de las necesidades de las personas y busca atacar las raíces del problema. Hace participar a otros. No queda reducida sólo a la esfera de lo personal sino que procura incidir realmente en la realidad social. Es un proceso lento, y exige mucha paciencia.
Ser agente transformador es ser fermento en la masa, es hacer de la propia vida un testimonio de fe de la presencia de Jesucristo en la vida y en la historia y una vivencia comprometida de su seguimiento. Es colaborar activamente en la construcción de la Civilización del Amor.
4. Revisar.Es el momento de la evaluación. Es tomar conciencia hoy de lo realizado ayer para mejorar la acción que se realizará mañana. Puesto que la realidad es dinámica, la evaluación enriquece y perfecciona la misma visión de la realidad y, al mismo tiempo, sugiere acciones nuevas más profundas, críticas y realistas.
Se trata de verificar el grado de cumplimiento de los objetivos y la forma de asumir las responsabilidades, de evaluar el proceso, de preguntarse por las consecuencias de las acciones que se están realizando y de encontrar formas para afianzar los logros, superar las dificultades y continuar avanzando.
La evaluación valoriza las conquistas alcanzadas, permite experimentar alegría por el camino recorrido, hace consciente el crecimiento de las personas y pone en común las experiencias vividas por los jóvenes que compartieron el mismo compromiso.
Este es un momento muy importante de la metodología, muchas veces olvidado o dejado de lado. Sin él no se pueden alcanzar los frutos esperados. Sin evaluación, la acción deja de ser transformadora, no se valoran los logros ni se aprende de los errores, no se estimulan nuevas acciones, el grupo se detiene y muere.
5. Celebrar.La percepción de conjunto de todo el proceso: el descubrimiento del Dios de la vida en la realidad personal y social (ver), el encuentro con él en la Palabra (juzgar) y el compromiso por la transformación de la realidad (actuar), llevan espontáneamente a la celebración gratuita y agradecida de la experiencia vivida.
Para el cristiano, la fe y la vida están integrados; por eso hay que celebrar las victorias, los logros y fracasos, las alegrías y tritezas, las angustias y esperanzas, la vida del grupo, la penitencia y la conversión, la unión y la organización. Celebrando la vida concreta se reconoce la presencia de Dios liberador haciendo historia con su pueblo.
El Celebrar revela y alimenta la dimensión litúrgica y sacramental de la realidad (ver), del discernimiento de la voluntad de Dios (juzgar) y del compromiso transformador (actuar). La celebración fortalece la fe y pone al grupo y a sus miembros en contacto directo con el Misterio central del cristianismo: la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo.
LOS METODOS.La Pastoral Juvenil Latinoamericana tiene una metodología pero puede utilizar diferentes métodos. El elenco que se presenta a continuación, no pretende ser exhaustivo ni hacer de este capítulo un “manual de metodología”. La intención es facilitar un breve conocimiento de algunos de los métodos más usados en el continente, considerados válidos en la medida en que concretizan y hacen realidad los criterios de la metodología del ver-juzgar-actuar-revisar-celebrar.
Hay que tener presente que cada método tiene su propio objetivo y es válido para conseguir determinados resultados. La experiencia ha demostrado que es importante que el asesor y el animador conozcan y manejen variedad de métodos y, sobre todo, que disciernan la oportunidad de utilizar unos u otros en función de la etapa del grupo y de los logros que se procuran alcanzar en el proceso que van desarrollando.
1. El método de la Revisión de Vida.La Revisión de Vida no es simplemente una técnica para desarrollar una reunión de grupo. Es un método y sobre todo, un camino de espiritualidad en orden a hacer coherente y adulta la vida cristiana vivida en comunidad y a construir una comunidad eclesial presente en el mundo, al servicio del Reino ofrecido como destino y salvación para toda la humanidad.
Primer momento: Ver.El objetivo de este momento es plantear un “hecho de vida” en el que se halle personalmente involucrado alguno de los integrantes del grupo, con el fin de que, analizándolo juntos, se llegue a descubrir las actitudes y los modos de pensar, valorar y actuar de los miembros del grupo en referencia a ese hecho de vida o a otros semejantes que éste pueda sugerir.
El análisis busca desentrañar el valor-antivalor central que se juega en el hecho presentado y procura hacer descubrir cómo es vivido por los integrantes del grupo y por el contexto social.
Normalmente, se presentan varios hechos de vida; se elige uno de los presentados, por ser el más significativo para el grupo o porque afecta de un modo especial a alguno de sus integrantes; se aportan la mayor cantidad de elementos posible para facilitar su mejor comprensión, se determina el núcleo central desde el cual se va a continuar tratando el hecho, se buscan las causas y se analizan las consecuencias que puede tener en las personas y organizaciones sociales y se concluye universalizándolo, es decir, implicando a todos los participantes en el hecho presentado o en otros similares vividos por ellos.
Segundo momento: Juzgar.Es el momento central de la Revisión de Vida. Su objetivo es tomar posición frente al hecho analizado, explicitar el sentido que descubre la fe, la experiencia de Dios que conlleva y las llamadas a la conversión que surgen de él. Es procurar que las personas implicadas se confronten con el Dios vivo que revela su voluntad y su proyecto -el Reino- en la historia de salvación y en la experiencia pascual de Jesucristo.
Para eso, se valora positiva o negativamente el hecho; se buscan textos del Evangelio o de la Palabra de Dios que muestren cómo vivió Jesús ese valor o cómo cuestionó ese antivalor y se explicitan las consecuencias del encuentro con Dios y la llamada a la conversión que ha significado la reflexión del hecho.
No se trata de un análisis teórico, sino de la búsqueda dócil del discípulo que se pone en actitud de apertura para acoger la Palabra de Dios que juzga y libera, llama a la conversión y al seguimiento. Importa la lucidez del juicio, pero importa más la voluntad de conversión expresada ante la comunidad.
Tercer momento: Actuar.El objetivo de este momento es determinar aquellas actitudes que las personas deben cambiar en sus vidas, los criterios de juicio que deben ser transformados, los hábitos que son cuestionados por la Palabra de Dios y las acciones que se van a desarrollar para poner en práctica las nuevas responsabilidades asumidas. Responde al planteo “¿qué exige el Señor ante los hechos revisados?”.
Las acciones deben procurar atender no sólo al cambio personal, sino también al de la comunidad y al de los ambientes en los que se desarrolla la vida de los jóvenes. El compromiso resulta más bien un propósito concreto de conversión personal y de compromiso social que una acción grupal.
Aunque no se consideran explícitamente como momentos del método, la Revisión de Vida también contempla tiempos especiales para la revisión y la celebración. Las reuniones del grupo comienzan generalmente con la evaluación de los compromisos adquiridos en la revisión anterior e incluyen momentos de oración y celebración, especialmente de la Reconciliación y de la Eucaristía. Por otra parte, el ambiente en que se realiza la Revisión de Vida sólo puede entenderse si se parte del deseo de quienes la realizan, de tener un encuentro real con el Dios de la Vida y el Hombre Nuevo Jesucristo, en un clima de autenticidad, conversión y esperanza.
2 El método de la Formación Experiencial.El grupo o comunidad juvenil es una experiencia en la que los jóvenes comparten su vida y se acompañan en el proceso de elaborar lo que viven, revisándolo a la luz de la fe y celebrando en común los acontecimientos del seguimiento de Jesús.
El método de la Formación Experiencial se propone acompañar los encuentros comunitarios permitiendo a los jóvenes poner en común sus experiencias, profudizarlas e iluminarlas y así transformar progresivamente sus vidas, a través de la adhesión al Mensaje de Jesús.
Cada encuentro comunitario procura alcanzar un objetivo operativo que nace de conjugar los intereses e inquietudes de los jóvenes con una propuesta evangelizadora adecuada al momento que vive el grupo y al proceso de educación en la fe. Ese objetivo se alcanza a través de una secuencia que considera cuatro momentos.
Primer momento: Motivación.Es una breve actividad para despertar y centrar el interés de los jóvenes hacia la experiencia que se propone abordar. Debe ayudar a hacer brotar preguntas acerca de ella y crear las condiciones para su profundización posterior. Debe estar directamente relacionada con el objetivo de la reunión, pero no avanzar aún respuestas acerca de él. Pueden escucharse canciones, leer poemas, presentar carteleras previamente preparadas, etc.
Segundo momento: Descripción de la experiencia.Es el momento de crear las condiciones para que los jóvenes puedan poner en común su experiencia personal acerca del tema que se aborda y puedan tomar contacto con lo que viven, sienten, piensan y hacen, como primer paso para comprenderse mejor a sí mismos y comprender el medio en el que viven. La descripción de la experiencia es un paso necesario para restituir la palabra a los jóvenes y para ayudarlos a dar nombre a lo que viven. El ejercicio o técnica que se emplee debe facilitar la expresión personal y asegurar la posibilidad de que todos se sientan involucrados.
Tercer momento: Análisis de la experiencia.Es la profundización de la experiencia para poder comprenderla mejor y descubrir en ella aquellos aspectos no percibidos inicialmente y aquellos elementos no tomados suficientemente en cuenta, pero que realmente condicionan e influyen en las situaciones que toca vivir.
Este momento pretende retomar las experiencias personales y desplegar sus significados, facilitando el proceso de “darse cuenta”, ya que ellas expresan los criterios, las valoraciones conscientes o insconscientes, la información que se maneja, la autoimagen, la conciencia social, las posibilidades de acción que se reconocen, lo que se considera bueno o malo..., en fin, todo lo que constituye su “visión del mundo”, que es lo que se quiere evangelizar.
Hay que estar atentos para que este paso tenga continuidad con el anterior, y al mismo tiempo signifique un avance de la reflexión. Además de preguntas facilitadoras, es el momento para que el grupo pueda recibir un aporte a la reflexión que lo ayude a realizar mejor el análisis.
Cuarto momento: Discernimiento de la experiencia.Una vez comprendida y asumida mejor la experiencia, es posible hacer su lectura desde su sentido más profundo, el significado de fe. Discernir la experiencia es captar en ella la acción salvadora de Dios y las resistencias o rechazos a esa acción. Se trata de acoger la palabra de Dios y responder a la invitación que hace para un cambio de vida y de actitudes, dejándose llevar por la fuerza del Espíritu y abriéndose a la acción de Dios siempre presente en toda experiencia humana.
El paso metodológico del discernimiento se apoya en la actitud personal de búsqueda de un nuevo sentido de las experiencias personales; en la proclamación de la Palabra, que invita a vivir un Mensaje que devela, interpreta y consolida las experiencias de la vida, y en la dimensión comunitaria, que fortalece el proceso y hace de la comunidad, lugar de encuentro y celebración del acontecimiento y ámbito de testimonio y apoyo al discernimiento.
3 El método Catequético.Su objetivo es comunicar vivencial e integralmente la fe de la Iglesia, de modo que se descubra la presencia de Jesús en la situación que viven las personas. Esto supone un itinerario sistemático, organizado en función de los contenidos explícitos de la fe, pero que tiene en cuenta la realidad de las personas de los catequizandos.

En un primer momento, por medio de técnicas apropiadas, como fotos, videos, diapomontajes, canciones, etc., se evoca una realidad humana haciendo tomar conciencia al grupo de una experiencia o situación real. Una vez evocada, se profundiza y enriquece, procurando comprenderla más plenamente en sus causas, motivaciones, consecuencias, etc. Se trata de descubrirla como propia, vivida con las peculiaridades y características de cada uno. Es el momento de compartir las vivencias personales, respetando el nivel de confianza, intimidad y apertura que se haya logrado en el grupo.

En un segundo momento, se procura descubrir la situación evocada y personalizada como lugar de encuentro con Jesucristo, que le da un sentido nuevo, liberador y trascendente a lo que está sucediendo. Se parte de la lectura de algún texto de la Escritura, preferentemente uno en el que aparezca la vida de Jesús o de algún otro personaje bíblico, y se constata cómo ellos han vivido también la misma experiencia que está analizando el grupo. De ahí surge el sentido nuevo y salvífico que Dios le da a esa situación y su llamado a vivir de una manera diferente la experiencia de vida que se está analizando.

Si bien la presencia de Dios se hace real y se vive durante todo el desarrollo de la reunión, ésta concluye con un momento explícito de oración y de encuentro con quien se ha descubierto presente, ha dado un sentido nuevo a una determinada situación de vida de los jóvenes y llama a vivirla de acuerdo al mensaje anunciado.

4 El método de la Planificación Pastoral.
El objetivo de este método es la elaboración de un plan pastoral global en el respectivo nivel en que se planifica. La elaboración de un plan puede llevar varios meses, y su ejecución puede abarcar un lapso de entre tres y cinco años. En su elaboración, definición, ejecución y evaluación deben involucrarse todas las personas integrantes del proceso pastoral, cada una desde su propio nivel y desde el rol que desempeña.

Puede haber planes pastorales parroquiales, zonales, diocesanos y nacionales. Cada nivel exige modos diversos de participación de los grupos, comunidades, agentes pastorales y organismos de coordinación, apoyo y servicio.

Es muy importante encontrar formas concretas para hacer que todos se sientan participando efectivamente. Se pueden realizar encuestas, asambleas, comisiones de trabajo, materiales para ser discutidos en los grupos, etc. Esta participación debe asegurarse especialmente en el momento de toma de decisiones como son la elección de las prioridades, la definición de los objetivos y la aprobación de las líneas de acción. La experiencia de la Pastoral Juvenil Latinoamericana señala la validez de las asambleas -a los niveles correspondientes- para los momentos culminantes de este tipo de procesos.

El Marco de Realidad.
El primer paso es determinar qué aspectos de la realidad se quieren conocer y desde qué punto de vista se pretende hacerlo. Puede hacerse una investigación sobre cuáles son los ámbitos en los que el joven se siente reconocido, aceptado y con espacio para su crecimiento y realización y cuáles son los que experimenta con especiales dificultades. La información “objetiva” de las encuestas y estadísticas es importante, pero es más importante conocer la realidad tal como la perciben y viven los jóvenes. Una vez recogida la información, se pasa a detectar cuáles son los “núcleos” o “nudos” de problemática de la realidad relevada y a buscar las causas, consecuencias e implicancias que tienen los núcleos detectados.

El Marco Doctrinal.
La acción evangelizadora no es resultado de una mera elaboración estratégica y calculada: surge del mandato apostólico y de la experiencia de fe de la Iglesia. Por eso, en todo plan pastoral debe haber una expresión de esa fe en el Dios Trinitario y de la utopía sobre la Iglesia y el proyecto de hombre y de sociedad que se quiere construir a partir del Evangelio.

En esta elaboración se integran los elementos que surgen de la Palabra de Dios, de las orientaciones del Magisterio y de las opciones de la Iglesia local. No se trata de elaborar un “tratado teológico” completo, sino de expresar con sencillez la fe eclesial y la utopía que quieren vivir y construir quienes están elaborando el plan.

El Diagnóstico Pastoral.Es el momento de confrontar el Marco de Realidad y el Marco Doctrinal para comprobar no sólo la distancia entre lo que “es” y lo que se “quiere ser”, sino sobre todo, para descubrir las situaciones que requieren respuestas más apremiantes. El resultado es la definición de una lista de urgencias a las que debería responder la acción pastoral.

Como no es posible atender todas las urgencias que se descubren en la confrontación, es inevitable seleccionar entre ellas las que aparecen como más prioritarias. Este paso es sumamente importante y delicado, porque implica optar entre diversas posibilidades, todas ellas válidas y necesarias. Pero hay que arriesgarse a hacerlo, con la confianza puesta en que el Espíritu de Jesús guía la elección. Las urgencias seleccionadas -que no deben ser más de tres o cuatro- pasan a ser las prioridades de la acción pastoral que se van a atender en el plan que se está elaborando.

La Programación.
Elegidas las prioridades de los esfuerzos pastorales futuros, es necesario definir también qué se quiere lograr y cuál es la intencionalidad de las acciones que se van a realizar. Esto se expresa en un objetivo general. Además del objetivo general, conviene establecer también para cada prioridad, unas líneas de acción que expresen las orientaciones fundamentales a través de las cuales se procurará realizar el objetivo general.

El último paso del plan es la elaboración de los programas que pondrán en práctica las líneas de acción elegidas. La programación deberá realizarse al menos anualmente, por parte de cada organismo pastoral, estableciendo claramente las metas a alcanzar, las actividades a realizar, las fechas, los responsables y los recursos necesarios para hacerlas realidad.

La Revisión y la Celebración.La revisión del plan se realiza en tres instancias: la evaluación periódica, parcial y general, que cada organismo hace de sus propios programas; la evaluación general de la marcha del plan, realizada por los organismos de coordinación, con una frecuencia aproximadamente anual y la evaluación final, que se realiza al concluir el período de vigencia determinado. Conviene que en la evaluación participe siempre la mayor cantidad posible de personas que estuvieron presentes en la elaboración y ejecución.

Al inicio de la vigencia del plan puede realizarse una celebración litúrgica en la que se distribuya su texto, se presente a los responsables de su animación y se comprometa a todos a un esfuerzo conjunto para hacerlo realidad. Cada evaluación periódica puede ser señalada también con una celebración que dé gracias por lo ya realizado y renueve la motivación para lo que todavía queda por hacer.

5 El método de la Lectura Orante de la Biblia.
El objetivo de este método es la interiorización de la Palabra de Dios encarnada en la vida de los jóvenes y su contexto. Se utiliza mucho en las Comunidades Eclesiales de Base y ha demostrado ser un método muy útil para que el pueblo sencillo llegue a conocer, vivenciar y hacer realidad la Palabra de Dios para su realidad actual.

El punto de partida es una situación, un hecho, una realidad personal o social contenidos o aludidos en el texto de la Escritura elegido para la lectura y reflexión. Su descripción se realiza de forma semejante a la de los métodos presentados anteriormente.

Una vez descrita la situación, se lee el texto elegido, primero en voz alta y luego en silencio, y se pasa a su estudio atendiendo especialmente tres niveles:

* el nivel literario: se accede al texto elegido para iluminar la situación, desde su riqueza literaria, es decir, su estilo, las personas que participan, las expresiones que se utilizan, los lugares geográficos, la secuencia de las escenas, etc.;

* el nivel sociológico o histórico: se analiza la problemática social en la que se desarrolla la escena del texto, en la que se compuso su redacción y en la que se encuentran sus destinatarios: los conflictos que vivían, las preguntas que se hacían, las necesidades que tenían, etc.;

* el nivel teológico: se formula la pregunta clave del proceso: ¿qué mensaje tiene el texto para los destinatarios de aquel tiempo y qué mensaje tiene para nosotros hoy?, ¿qué quería decirles Dios a ellos en su situación histórica y qué quiere decirnos a nosotros hoy en nuestra realidad?.

El encuentro culmina con una celebración del paso del Señor por la vida del grupo, cuyas formas concretas pueden ser muy variadas: oraciones espontáneas, oración con un salmo o con un canto, etc. En ella se expresa el compromiso surgido de la meditación realizada. El mensaje recibido puede resumirse en una frase -en lo posible, de la misma Biblia- que puede escribirse y colocarse en el lugar de reunión y que animará la vida y el compromiso de los participantes hasta el próximo encuentro.

Finalmente, se elige el texto para la próxima reunión, se detectan los aspectos de la realidad que serán tenidos en cuenta y se distribuyen los subsidios correspondientes y las responsabilidades requeridas para la preparación.

6 Dinámica grupal, ejercicios y técnicas.
Se agrega aquí una palabra final acerca de estos elementos metodológicos muy usados por los grupos y comunidades juveniles. Antes que nada, es necesario aclarar que las dinámicas, los ejercicios y las técnicas no son métodos, en cuanto conjunto de pasos que llevan a un objetivo: son recursos que se utilizan para la puesta en práctica de los métodos.

La dinámica grupal es el conjunto de fuerzas que interactúan en un grupo de personas. Se denomina así también el estudio sistemático de esas fuerzas. Pueden ser internas a las personas -sus motivaciones e intereses, sus expectativas y temores- y al grupo -los objetivos en torno a los cuales se ha nucleado, las relaciones que se van tejiendo entre sus integrantes- o externas a ambos -los objetivos de la institución a la que el grupo pertenece-.

Con frecuencia se habla de “dinámicas de grupo” para referirse a ejercicios que se realizan con el objetivo de realizar una experiencia o de canalizar el dinamismo del grupo hacia una meta determinada. El tiempo que suelen requerir este tipo de ejercicio puede ser muy variable y durar de unos pocos minutos hasta más de una hora. Para no verse condicionados en su participación, los miembros del grupo no conocen al comienzo el objetivo que se persigue. Los ejercicios deben ser cuidadosamente seleccionados en función de las necesidades del grupo, y cuidadosamente ejecutados. No se trata de hacerlos de cualquier manera y en cualquier momento. Aunque algunos lo parecen, no son “juegos”, pues pueden provocar situaciones personales o grupales que, propuestas a destiempo o mal manejadas, sean contraproducentes para el crecimiento del grupo.

Las técnicas son instrumentos concretos por ir realizando los pasos correspondientes de una reunión. El diálogo en parejas, el uso de papelógrafos, de videos o de música; el llamado “Phillips 66”, la discusión en subgrupos, la puesta en común, etc. son algunas de las técnicas más usadas tanto en reuniones de grupos como en encuentros más amplios. Hay una enorme variedad de técnicas. Conviene que un animador pueda manejarlas con facilidad, para que la reunión tenga mayor dinamismo y eficacia.

En un primer momento, por medio de técnicas apropiadas, como fotos, videos, diapomontajes, canciones, etc., se evoca una realidad humana haciendo tomar conciencia al grupo de una experiencia o situación real. Una vez evocada, se profundiza y enriquece, procurando comprenderla más plenamente en sus causas, motivaciones, consecuencias, etc. Se trata de descubrirla como propia, vivida con las peculiaridades y características de cada uno. Es el momento de compartir las vivencias personales, respetando el nivel de confianza, intimidad y apertura que se haya logrado en el grupo.
En un segundo momento, se procura descubrir la situación evocada y personalizada como lugar de encuentro con Jesucristo, que le da un sentido nuevo, liberador y trascendente a lo que está sucediendo. Se parte de la lectura de algún texto de la Escritura, preferentemente uno en el que aparezca la vida de Jesús o de algún otro personaje bíblico, y se constata cómo ellos han vivido también la misma experiencia que está analizando el grupo. De ahí surge el sentido nuevo y salvífico que Dios le da a esa situación y su llamado a vivir de una manera diferente la experiencia de vida que se está analizando.
Si bien la presencia de Dios se hace real y se vive durante todo el desarrollo de la reunión, ésta concluye con un momento explícito de oración y de encuentro con quien se ha descubierto presente, ha dado un sentido nuevo a una determinada situación de vida de los jóvenes y llama a vivirla de acuerdo al mensaje anunciado.
4 El método de la Planificación Pastoral.El objetivo de este método es la elaboración de un plan pastoral global en el respectivo nivel en que se planifica. La elaboración de un plan puede llevar varios meses, y su ejecución puede abarcar un lapso de entre tres y cinco años. En su elaboración, definición, ejecución y evaluación deben involucrarse todas las personas integrantes del proceso pastoral, cada una desde su propio nivel y desde el rol que desempeña.
Puede haber planes pastorales parroquiales, zonales, diocesanos y nacionales. Cada nivel exige modos diversos de participación de los grupos, comunidades, agentes pastorales y organismos de coordinación, apoyo y servicio.
Es muy importante encontrar formas concretas para hacer que todos se sientan participando efectivamente. Se pueden realizar encuestas, asambleas, comisiones de trabajo, materiales para ser discutidos en los grupos, etc. Esta participación debe asegurarse especialmente en el momento de toma de decisiones como son la elección de las prioridades, la definición de los objetivos y la aprobación de las líneas de acción. La experiencia de la Pastoral Juvenil Latinoamericana señala la validez de las asambleas -a los niveles correspondientes- para los momentos culminantes de este tipo de procesos.
El Marco de Realidad.El primer paso es determinar qué aspectos de la realidad se quieren conocer y desde qué punto de vista se pretende hacerlo. Puede hacerse una investigación sobre cuáles son los ámbitos en los que el joven se siente reconocido, aceptado y con espacio para su crecimiento y realización y cuáles son los que experimenta con especiales dificultades. La información “objetiva” de las encuestas y estadísticas es importante, pero es más importante conocer la realidad tal como la perciben y viven los jóvenes. Una vez recogida la información, se pasa a detectar cuáles son los “núcleos” o “nudos” de problemática de la realidad relevada y a buscar las causas, consecuencias e implicancias que tienen los núcleos detectados.
El Marco Doctrinal.La acción evangelizadora no es resultado de una mera elaboración estratégica y calculada: surge del mandato apostólico y de la experiencia de fe de la Iglesia. Por eso, en todo plan pastoral debe haber una expresión de esa fe en el Dios Trinitario y de la utopía sobre la Iglesia y el proyecto de hombre y de sociedad que se quiere construir a partir del Evangelio.
En esta elaboración se integran los elementos que surgen de la Palabra de Dios, de las orientaciones del Magisterio y de las opciones de la Iglesia local. No se trata de elaborar un “tratado teológico” completo, sino de expresar con sencillez la fe eclesial y la utopía que quieren vivir y construir quienes están elaborando el plan.
El Diagnóstico Pastoral.Es el momento de confrontar el Marco de Realidad y el Marco Doctrinal para comprobar no sólo la distancia entre lo que “es” y lo que se “quiere ser”, sino sobre todo, para descubrir las situaciones que requieren respuestas más apremiantes. El resultado es la definición de una lista de urgencias a las que debería responder la acción pastoral.
Como no es posible atender todas las urgencias que se descubren en la confrontación, es inevitable seleccionar entre ellas las que aparecen como más prioritarias. Este paso es sumamente importante y delicado, porque implica optar entre diversas posibilidades, todas ellas válidas y necesarias. Pero hay que arriesgarse a hacerlo, con la confianza puesta en que el Espíritu de Jesús guía la elección. Las urgencias seleccionadas -que no deben ser más de tres o cuatro- pasan a ser las prioridades de la acción pastoral que se van a atender en el plan que se está elaborando.
La Programación.Elegidas las prioridades de los esfuerzos pastorales futuros, es necesario definir también qué se quiere lograr y cuál es la intencionalidad de las acciones que se van a realizar. Esto se expresa en un objetivo general. Además del objetivo general, conviene establecer también para cada prioridad, unas líneas de acción que expresen las orientaciones fundamentales a través de las cuales se procurará realizar el objetivo general.
El último paso del plan es la elaboración de los programas que pondrán en práctica las líneas de acción elegidas. La programación deberá realizarse al menos anualmente, por parte de cada organismo pastoral, estableciendo claramente las metas a alcanzar, las actividades a realizar, las fechas, los responsables y los recursos necesarios para hacerlas realidad.
La Revisión y la Celebración.La revisión del plan se realiza en tres instancias: la evaluación periódica, parcial y general, que cada organismo hace de sus propios programas; la evaluación general de la marcha del plan, realizada por los organismos de coordinación, con una frecuencia aproximadamente anual y la evaluación final, que se realiza al concluir el período de vigencia determinado. Conviene que en la evaluación participe siempre la mayor cantidad posible de personas que estuvieron presentes en la elaboración y ejecución.
Al inicio de la vigencia del plan puede realizarse una celebración litúrgica en la que se distribuya su texto, se presente a los responsables de su animación y se comprometa a todos a un esfuerzo conjunto para hacerlo realidad. Cada evaluación periódica puede ser señalada también con una celebración que dé gracias por lo ya realizado y renueve la motivación para lo que todavía queda por hacer.
5 El método de la Lectura Orante de la Biblia.El objetivo de este método es la interiorización de la Palabra de Dios encarnada en la vida de los jóvenes y su contexto. Se utiliza mucho en las Comunidades Eclesiales de Base y ha demostrado ser un método muy útil para que el pueblo sencillo llegue a conocer, vivenciar y hacer realidad la Palabra de Dios para su realidad actual.
El punto de partida es una situación, un hecho, una realidad personal o social contenidos o aludidos en el texto de la Escritura elegido para la lectura y reflexión. Su descripción se realiza de forma semejante a la de los métodos presentados anteriormente.
Una vez descrita la situación, se lee el texto elegido, primero en voz alta y luego en silencio, y se pasa a su estudio atendiendo especialmente tres niveles:
* el nivel literario: se accede al texto elegido para iluminar la situación, desde su riqueza literaria, es decir, su estilo, las personas que participan, las expresiones que se utilizan, los lugares geográficos, la secuencia de las escenas, etc.;
* el nivel sociológico o histórico: se analiza la problemática social en la que se desarrolla la escena del texto, en la que se compuso su redacción y en la que se encuentran sus destinatarios: los conflictos que vivían, las preguntas que se hacían, las necesidades que tenían, etc.;
* el nivel teológico: se formula la pregunta clave del proceso: ¿qué mensaje tiene el texto para los destinatarios de aquel tiempo y qué mensaje tiene para nosotros hoy?, ¿qué quería decirles Dios a ellos en su situación histórica y qué quiere decirnos a nosotros hoy en nuestra realidad?.
El encuentro culmina con una celebración del paso del Señor por la vida del grupo, cuyas formas concretas pueden ser muy variadas: oraciones espontáneas, oración con un salmo o con un canto, etc. En ella se expresa el compromiso surgido de la meditación realizada. El mensaje recibido puede resumirse en una frase -en lo posible, de la misma Biblia- que puede escribirse y colocarse en el lugar de reunión y que animará la vida y el compromiso de los participantes hasta el próximo encuentro.
Finalmente, se elige el texto para la próxima reunión, se detectan los aspectos de la realidad que serán tenidos en cuenta y se distribuyen los subsidios correspondientes y las responsabilidades requeridas para la preparación.
6 Dinámica grupal, ejercicios y técnicas.Se agrega aquí una palabra final acerca de estos elementos metodológicos muy usados por los grupos y comunidades juveniles. Antes que nada, es necesario aclarar que las dinámicas, los ejercicios y las técnicas no son métodos, en cuanto conjunto de pasos que llevan a un objetivo: son recursos que se utilizan para la puesta en práctica de los métodos.
La dinámica grupal es el conjunto de fuerzas que interactúan en un grupo de personas. Se denomina así también el estudio sistemático de esas fuerzas. Pueden ser internas a las personas -sus motivaciones e intereses, sus expectativas y temores- y al grupo -los objetivos en torno a los cuales se ha nucleado, las relaciones que se van tejiendo entre sus integrantes- o externas a ambos -los objetivos de la institución a la que el grupo pertenece-.
Con frecuencia se habla de “dinámicas de grupo” para referirse a ejercicios que se realizan con el objetivo de realizar una experiencia o de canalizar el dinamismo del grupo hacia una meta determinada. El tiempo que suelen requerir este tipo de ejercicio puede ser muy variable y durar de unos pocos minutos hasta más de una hora. Para no verse condicionados en su participación, los miembros del grupo no conocen al comienzo el objetivo que se persigue. Los ejercicios deben ser cuidadosamente seleccionados en función de las necesidades del grupo, y cuidadosamente ejecutados. No se trata de hacerlos de cualquier manera y en cualquier momento. Aunque algunos lo parecen, no son “juegos”, pues pueden provocar situaciones personales o grupales que, propuestas a destiempo o mal manejadas, sean contraproducentes para el crecimiento del grupo.
Las técnicas son instrumentos concretos por ir realizando los pasos correspondientes de una reunión. El diálogo en parejas, el uso de papelógrafos, de videos o de música; el llamado “Phillips 66”, la discusión en subgrupos, la puesta en común, etc. son algunas de las técnicas más usadas tanto en reuniones de grupos como en encuentros más amplios. Hay una enorme variedad de técnicas. Conviene que un animador pueda manejarlas con facilidad, para que la reunión tenga mayor dinamismo y eficacia.

1 comentario:

Unknown dijo...

Excelente la publicación considero que una buena base teórica que fundamenta nuestra metodología religiosa.