lunes, 20 de octubre de 2008

Parábolas de hoy - Lecturas para reflexionar

1. A la espera del encuentro con Dios...Autor: Rabindranath Tagore

Sigo
caminando.

"Yo buscaba a Dios toda la vida por caminos sin cuento y por mundo sin fin.

Creí verlo en las cumbres de las montañas, pero para cuando llegaba Él no estaba allí. Creí sentirlo en la lejanía de las estrellas, pero para cuando me acercaba, Él ya había partido.

Un día, de repente, me encontré ante un palacio resplandeciente con un gran portal sobre el que había escrito en letras de oro: "La casa de Dios". Me llené de alegría y subí sin aliento los escalones que llevaban a la entrada.

Pero cuando había levantado ya la mano para llamar a la puerta, me asaltó la duda y mi mano quedó en el aire sin llamar. Pensé; "Si esta es en verdad la casa de Dios y me encuentro con Él, se acabó todo para mí. Se acabó la alegría de la búsqueda, el motivo de caminar. Una vez que encuentre a Dios, ¿qué voy a hacer?" Y quedé paralizado sin llamar.

Alguien, desde dentro, había sentido mis pasos y se oyó una voz que preguntaba: "¿Quién está allí?" Yo eché a correr escalones abajo y me alejé de aquel lugar con mayor rapidez aún que con la que había venido. Y anoté el lugar en mi mente para no volver a acercarme a él.

Sigo caminando, sigo soñando, sigo buscando. No quiero detenerme en ningún palacio por esplendoroso que sea, en ninguna imagen por bella que sea, en ningún concepto por perfecto que sea. Aquél a quien anhela mi alma está por encima de todo y más allá de todo. Él es la fuerza de mí caminar, el aliento de mis pulmones, el motivo de mi existencia. Seguiré viviendo la aventura de caminar, en espera de la sorpresa eterna."


2. La casa de Dios

Un joven se puso a buscar la casa donde vivía Dios. La buscó por todas partes, por los sitios más recónditos y apartados. Interrogaba a todos y a todo lo que se cruzaba en su camino. Cuando preguntaba a los pájaros, éstos le respondían con sus mejores cantos. Si lo hacía a las flores del campo, contestaban lanzando su fragancia a los vientos. Si les preguntaba a los animales, éstos daban brincos y saltos de alegría. Incluso llegó a preguntarle al mar, quien le respondió con una suave brisa marina. No había duda de que conocían a Dios, pero no encontraba su casa para poder estar con él.

Preguntó a los hombres y mujeres que encontró por el camino y le hablaron maravillas sobre Él. Pero de su casa, nada. Hasta que preguntó a un hombre que le respondió lo siguiente:

— Si quieres encontrar su casa, vente conmigo y la descubrirás.

Aquel hombre le llevó hasta una aldea cercana, donde el hambre amenazaba a todos sus habitantes. El hombre le dijo que se desprendiera de todo lo que tuviera de comer y de valor y lo compartiera con aquellas gentes. El joven, contrariado, le dijo:

— ¿Y eso qué tiene que ver con encontrar a Dios? Si les doy todo lo que tengo me quedaré sin nada.

Y aquel hombre le respondió:

— Cuando tu corazón esté desapegado de todo, y no te importe quedarte sin nada, descubrirás dónde vive Dios.

El joven comenzó a compartir todo lo que tenía con aquellos necesitados, y mientras lo hacía, comenzó a sentirse bien, más lleno que nunca. Empezó a entender por qué brincaban los animales o las flores lanzaban al viento su aroma: todos hablaban maravillas de Dios. La casa de Dios estaba dentro de su corazón. Lo que buscaba por fuera lo tenía dentro. Ahora se había creado el espacio suficiente para que Dios pudiera vivir en su interior.


3. Buena noticia (Anthony de Mello)
El Reino de los cielos es semejante a dos hermanos que vivían felices y contentos, hasta que recibieron la llamada de Dios para hacerse discípulos suyos.

El de más edad respondió con generosidad a la llamada, aunque tuvo que sentir cómo se desgarraba su corazón al separarse de su familia y de la muchacha a la que amaba y con la que soñaba casarse. Pero, al fin, se marchó a un país lejano, donde gastó su propia vida al servicio de los más pobres. Se desató en aquel país una persecución, a resultas de la cual fue detenido, falsamente acusado, torturado y condenado a muerte.
Y el Señor le dijo:

- "Muy bien, siervo fiel y cumplidor. Me has servido por el valor de mil talentos. Voy a recompensarte con mil millones de talentos. ¡Entra en el gozo de tu Señor!"

La generosidad del más joven fue menor. Decidió ignorar la llamada, seguir su camino y casarse con la muchacha a la que amaba. Disfrutó de un feliz matrimonio, le fueron bien los negocios y llegó a ser rico y próspero. De vez en cuando daba una limosna a algún mendigo o se mostraba bondadoso con su mujer y sus hijos. También de vez en cuando mandaba alguna pequeña suma de dinero a su hermano mayor que se encontraba en un remoto país, adjuntándole una nota que decía: "Tal vez con esto puedas ayudar mejor a aquellos pobres diablos".
Cuando le llegó la hora, el Señor le dijo:
- "Muy bien, siervo fiel y cumplidor. Me has servido con valor de diez talentos. Voy a recompensarte con mil millones de talentos. ¡Entra en el gozo de tu Señor!"
El hermano mayor se sorprendió al oír que su hermano iba a recibir la misma recompensa que él. Pero le agradó sobremanera. Y dijo:
- "Señor, aun sabiendo esto, si tuviera que nacer de nuevo y volver a vivir, haría por Ti exactamente lo mismo que he hecho".

4. El barbero y Dios
Un hombre fue a una barbería a cortarse el cabello y recortarse la barba. Como es costumbre en estos casos entabló una amena conversación con la persona que le atendía.

Hablaban de tantas cosas y tocaron muchos temas, de pronto tocaron el tema de Dios y el barbero dijo:

- Fíjese caballero que yo no creo que Dios exista, como usted dice...

- Pero, ¿por qué dice usted eso? - preguntó el cliente.

- Pues es muy fácil, basta con salir a la calle para darse cuenta de que Dios no existe, o dígame, ¿acaso si Dios existiera, habrían tantos enfermos, habrían niños abandonados? Si Dios existiera no habría sufrimiento ni tanto dolor para la humanidad, yo no puedo pensar que exista un Dios que permita todas estas cosas.

El cliente se quedó pensando un momento, pero no quiso responder para evitar una discusión. El barbero terminó su trabajo y el cliente salió del negocio. Recién abandonaba la barbería cuando vio en la calle a un hombre con la barba y el cabello largo, al parecer hacía mucho tiempo que no se lo cortaba y se veía muy desarreglado.

Entonces entró de nuevo a la barbería y le dijo al barbero. - ¿Sabe una cosa?, Los barberos no existen.

¿Cómo que no existen? - preguntó el barbero - si aquí estoy yo y soy barbero. -¡No! -dijo el cliente - no existen porque si existieran no habría personas con el pelo y la barba tan larga como la de ese hombre que va por la calle.

-¡Ah!, Los barberos sí existen, lo que pasa es que esas personas no vienen hacia mí.

-¡Exacto! -Dijo el cliente - ese es el punto, ¡Dios SÍ existe!; lo que pasa es que las personas no van hacia Él y no le buscan. Por eso hay tanto dolor y miseria.

1 comentario:

Webmaster dijo...

MUY BUENO TU BLOG INTERESANTE FELICITACIONES

OMAR GARCIA